Cuando era niña y me iba con mi abuela a pasar unos días con ella a Villarrobledo, su pueblo natal, me encantaba sentarme en una antigua descalzadora que tenían en una habitación cerca del desván. Desde allí veía a mi abuela "trajinar por casa" (como ella solía decir), leía, pintaba o simplemente me sentaba.
Con el paso de los años, y después de pasar por varias manos, mi querida descalzadora ha llegado a mí, pero necesitaba una restauración urgente. Estaba desfondada, la tela raida, en vez de barniz, la madera tenía pintura marrón, el relleno estaba deshecho, etc. Así que me puse manos a la obra y con decapante para la pintura, unos metros de tela de tapicería, un poquito de barniz-cera, mimo e ilusión, he podido recuperarla y ahora ocupa un lugar privilegiado en mi casa y es lo primero que se ve en cuanto entras por la puerta.
Es una pena no tener una foto del "antes", pero sí os dejo una del "después" para que veais cómo ha quedado. Tiene más de 100 años, pero ahora puede durar otros 200 años más...